El largo sufrimiento de Eduardo Agustín y Serra,
Coronel de la Guardia Civil.

Recopilado por Rafael Serra Solís a partir de sus escritos.


Puede que solo sea esta una historia más, una de las muchas tragedias de la guerra civil española, pero para mí, particularmente, siempre ha sido la representación misma de la inútil crueldad generada por una muy concreta colección de españoles que trataron de enterrar la justicia aduciendo su igualdad revolucionaria.

No fue muy distinto el resultado de esta pretendida revolución al de su precursora francesa, tras una secesión social en sectas, y tras incontables asesinatos, de una estúpida destrucción de bienes artísticos y culturales y con el agravante del saqueo del banco nacional y el expolio de bienes y fortunas de particulares, museos e instituciones, los huidos dirigentes de la segunda república dejaron una nación desgarrada y a un general joven y victorioso gobernando en solitario y con sus propias normas.


En este libro mayor escribió ordenadamente Eduardo Agustín todos los sucesos que precipitaron la tragedia española y, con ellos, su drama personal.

A finales del siglo XIX, Eduardo Agustín y Serra, hijo de Eduardo y Justa, nacido el 27 de agosto de 1875, se vio convirtido, en la retaguardia de la guerra civil, en una persona totalmente sola y sin el mínimo consuelo de unas fotografías, cartas, documentos o cualquier recuerdo material, y así lo describe en su declaración ("Defensa del coronel de la Guardia Civil... de 1939):

"Asesinadas su mujer, Dolores Zaro y Ochoa y sus dos hermanas políticas Francisco Zaro y Ochoa y Elisa Querol de Agustín, sacándolas secuestradas de su domicilio, Fernando VI, 31 - 2º derecha, el día 28 de octubre del año 1936, así como a las dos criadas Gregoria y Encarnación, pero a éstas las pusieron en libertad desde la Checa donde las condujeron al día siguiente en que debió cometerse el asesinato."
"Saqueada su casa, incautándose de los muebles del despacho, ropas efectos de valor. Robados y profanados sus uniformes, condecoraciones, armas y retratos de familiares militares."

Francisco Agustín y Serra

"Fusilado su hermano Francisco Agustín y Serra, Comandante de Infantería (retirado por la Ley de Azaña, sacado de la Cárcel Modelo, Galería 1ª, el día 7 de Noviembre del año 1936, en unión de otros jefes y oficiales, en Paracuellos del Jarama."
"Fallecidas durante la guerra en los 1937 y 38 su hermana Pilar Agustín y Serra, y sus dos primas carnales que con ella vivían en lla Plaza de Santa Bárbara, 9, Concepción y Dolores Agustín y Mathe por sufrimientos y falta de alimentación, por negarse a salir evacuadas y no abandonarle, perdiendo por tanto sus pensiones."
Situación actual completamente solo por no tener hijos y haber perdido durante la guerra las siete personas de la familia antes mencionadas, más cuatro también asesinas de la familia de su hermano. En total 11."
    

Y es que a esta situación llega Agustín tras pasar por la serie de acontecimientos dolorosos que llevaría a la guerra civil, la peor de las guerras, en las que los odios y rencores de la retaguardia son más desgarradores y cruentos que la lucha militar en las trincheras, porque a retaguardia no hay cuartel para el enemigo real o potencial.

Eduardo Agustín lo cuenta todo ordenadamente en esta auto defensa en la que explica cómo fue encarcelado, cómo se escondió, enfermo y con falsa identidad en un hospital de misericordia, y cómo sobrevivió hasta el fin de la contienda, con 64 años de edad y ningún pariente cercano vivo.

"Destituido del mando del 4º Tercio por un teniente coronel, de orden del General Inspectior del cuerpo que fue a su despacho a relevarle."

"Vigilado en su domicilio por tres guardias del Cuartel de Bellas Artes que dispuso el referido general se nombrasen."
"Detenido también en su domicilio por un guardia civil llamado Francisco Depedro y 3 agentes de policía cuyos nombres se ignoran."
"Detenido en los calabozos de la comisaría del distrito de la Inclusa y Dirección General de Seguridad."
"Preso en las cárceles Modelo, Ventas y San Antón (en la primera en las galerías 5ª y 2ª, celdas 789 y 312."
"Anotado en las listas de los que fusilaban en la referida Cárcel Modelo."
"Condenado a un año de prisión con internamiento (que cumplió) por desafecto al régimen del Frente Popular y peligroso, según copia del testimonio de condena que obra en la causa."
"Refugiado y enfermo (con nombre supuesto) al cumplir la condena en el Hospital Francés nº 4, auxiliar de la Cruz Roja, internado primeramente en la calle de Don Pedro y después trasladado al de la calle de López de Hoyos, 77, siendo el médico director el Dr. Ripollés, con domicilio en la calle de Velázquez, 101, quien facilitó un certificado de la estancia que obra también en el sumario."

Anota también de su puño y letra el siguiente epílogo a su último juicio:

"El día 22 de junio del año 1940 se personaron, en la Clínica Militar Psiquiátrica, el juez y el defensor para hacerse cargo el segundo del Coronel Agustín y trasladarlo a Madrid, quedando en su domicilio, Fernando VI, 31, completamente en libertad y sin responsabilidad alguna."

A continuación del extenso relato de sus pesares y sufrimientos, hay un apartado que cierra todo el relato principal y se llama:

"De cómo salvó la vida el Coronel Agustín"

"Parecerá extraño que después de leer todas las persecuciones y encarcelamientos que ha sufrido, haya salvado la vida, pues ha sido debido en primer lugar a la Providencia y a un chófer que tuvo llamado Valentín De Pedro, quien habiéndolo nombrado los rojos comandante de Estado Mayor y Jefe del Comité del Cuerpo, dio orden terminante, en todas las cárceles donde estuvo, para que no se le matase y especialmente al Tribunal Popular que lo juzgó, a pesar de haberse negado a aceptar ningún mando con los rojos. Esta manifestación la hizo él siendo chófer, en el Consejo de Guerra que lo juzgó y que le condenó a la última pena, la que se cumplió, habiendo hecho también estas manifestaciones sus padres políticos al matrimonio que vive en casa del Coronel Agustín, encontrándose éste en la Clínica Militar Psiquiatrica de Palencia."


Falta aquí la extensa y documentada relación de los acontecimientos que durante los días turbulentos de la II República fueron vividos directamente por Eduardo Agustín; no está el largo texto que cuenta cómo trató de obrar con rectitud aún en las peores circunstancias, cómo siguió obstinadamente su conciencia y se enfrentó, cada vez más peligrosamente, a sus mandos superiores hasta que la defensa de los valores que había jurado defender le llevaron a él al borde de la muerte, y más allá a todos sus más próximos familiares.

Una fotografía de tiempos mejores, en compañía de amazonas y jinetes.